En las últimas décadas se ha popularizado el término “cuñado” para esa gente que, sin el más mínimo rubor, pontifica sobre temas de los que jamás ha leído una sola línea. Lo que siembre había sido un “enterao”, pero con un nuevo envoltorio de siglo XIX. La imagen de prejubilado con palillo de dientes entre los caninos y el codo fundido con la barra de algún bar ha dejado paso a una imagen algo diferente, pero con la misma esencia.