Aquel era un miércoles cualquiera y yo estaba de brazos cruzados en mi consulta de Monte Boösaule, en Ío, una de las muchas lunas perdidas en la órbita de Júpiter. Nada indicaba que la mañana fuera a virar como lo hizo, al menos hasta que un viejo amigo llamó a la puerta. Su nombre era Alberto Aparici y parecía más apocado que nunca. Apenas tuve tiempo de reaccionar cuando en un abrir y cerrar de ojos, con el pretexto de una supuesta infección contraída en Marte, me encontré subido a las frecuencias de Onda Cero y aconsejando al gran Carlos Alsina cómo planear su próximo viaje extraterrestre. Pero por desgracia todo pasa, y tras la clase de medicina espacial mi amigo abandonó el satélite, dejándome de nuevo solo, con los volcanes de Ío.
Ficciones de Aparici-Zúmer, interpretación personal
Sé lo que estaréis pensando, todo esto suena imposible ¿cómo voy a haber recomendado yo nada a Alsina en riguroso directo? Pues podéis creerlo, lo de Ío es todo trampantojo, pero la radio es la radio y con ella se bromea lo justo.
En esta sección a la que me han invitado hablaremos sobre la medicina de los viajes espaciales, la ciencia y la ficción que hay tras ella, y de lo que es más importante: los complejos de la fabada y su tormentoso idilio con la microgravedad.
Hablemos sobre tumores, gases, nutrición espacial, criogenia, naves dormitorio, miopía, naves generacionales, aplicaciones para ligar en el espacio y otro sinfín de conceptos que nos acercan un pasito más a un futuro sobrecogedor. Se acerca la era de la medicina espacial.
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