Ignacio Crespo

Creo que no hay mejor muestra del gran futuro de la nueva generación de divulgadores científicos que el trabajo de Ignacio: es riguroso, crítico, profesional, multidisciplinar y a la vez sin perder la frescura, gancho y dinamismo que los nuevos formatos requieren. Una perfecta síntesis de lo mejor de la vieja escuela y los nuevos aires que corren en comunicación.

Para los que somos de letras la ciencia parece a menudo algo lejano, aséptico e inescudriñable. Así que cuando alguien te acerca la ciencia con pasión y de forma comprensible, se produce el milagro. Eso hace Ignacio Crespo en cada podcast de Serendipias. Su capacidad divulgativa actúa como una especie de antibiótico que combate la infección del desconocimiento.

Cuando hay rigor, no suele haber misterio, y cuando hay misterio, no suele haber rigor. Crespo une rigor y misterio, convirtiéndose, por derecho propio, en nieto intelectual de Sagan, Asimov y los grandes divulgadores.

Ignacio, con un discurso magistral y divertido (incluso ácido) consigue enseñarnos la visión más actual de este importante órgano, el cerebro.

El trabajo de Ignacio es un referente en el periodismo científico español. Sus explicaciones, claras y rigurosas, arrojan luz sobre cuestiones tan aparentemente lejanas como los misterios del universo y tan cercanas como el funcionamiento del cuerpo humano. Sus artículos transmiten la fascinación con la que mira al mundo alguien con más preguntas que respuestas.

La prosa de Ignacio me ha recordado mucho a la de Bill Bryson. Hasta el punto de poder afirmar que es nuestro Bill Bryson español: explique lo que explique, lo hará haciendo fácil lo difícil, yendo directamente a lo mollar sin circunloquios ni pedanterías vanas, y lo mejor: buscando que sonriamos.

Ignacio Crespo es una de esas personas que llevan la narrativa en las venas y que te cuentan las cosas de forma que te enganchan y te embelesan. Siempre planteando preguntas incómodas que te hacen repensarlo todo, con visión crítica y la defensa de la ciencia por encima de todo lo demás.

Ignacio se mueve como pez en el agua por medios digitales. Solo le faltaba dar el salto al escenario de los «viejos dioses», le faltaba escribir un libro. Y ese libro ha llegado, y de qué manera. No ha sido una sorpresa para los que hemos seguido su brillante ascenso en el Olimpo y leído sus artículos.